Roma obtuvo numerosas victorias, pero vamos a destacar una en particular gracias a un milagro de «La legión baezana» o «la fulminadora».
La religión cristiana estaba ya muy presente en la sociedad baezana, y los lugareños rezaban para que su ejercito (una cohorte de Baeza cristiana de profesión, aunque soldados del Imperio) ganase las diferentes batallas a las que se enfrentaba.
De este modo, Marco Aurelio ganó contra los Sarmatas, Quedos y Marcomanos. Y así, a la legión baezana se la llamó “La Fulminatrix” (La Fulminadora).
Pero vamos a contar un poco de historia para conocer mejor «el milagro de la legión Baezana».
Las guerras marcomanas fueron una serie de batallas que duraron 24 años durante el imperio de Marco Aurelio, su coemperador Lucio Vero y su hijo y sucesor Cómodo ¿Te suena éste?, desde 165 hasta 189, que enfrentó al Imperio romano con marcomanos, cuados y otros pueblos germánicos ribereños del Danubio.
Marco Aurelio tuvo que hacer frente al mayor intento de invasión bárbara desde los tiempos de la Roma republicana.
Los frentes del Danubio y el Rin se vieron sacudidos por una oleada de ataques que no pudieron ser detenidos por las escasas guarniciones con que contaban los limes ya que la mayoría de las legiones se encontraban regresando de la campaña contra los partos.
Durante esta campaña marcomana la Legio XII Fulminata permaneció en su fortaleza junto al César, mientras el resto de las tropas siguió su marcha hasta que una enorme fuerza de cuados y marcomanos rodeó su campamento y lanzó un gran ataque, actuando como una formación romana rodeando el campamento con un movimiento de pinzas.
Los legionarios resistieron, a pesar del agotamiento por la sed y el calor.
Cuando la fortaleza estaba a punto de caer los romanos vieron como un rayo impactó sobre la torre de asedio enemiga y la incendió, desatándose una lluvia torrencial, que hizo huir a los germanos.
El hecho fue conocido como el Milagro de la lluvia; algunos lo atribuyeron a las oraciones de los soldados cristianos de Baeza, al ver el desastre casi inevitable para el y su legión, ordenó hacer un sacrificio a sus dioses, lo que fue recompensado con el milagro mencionado.
Para los legionarios fue una señal de la providencia divina, que los acompañaba, incrementando su moral, lo que les permitió continuar con el plan original y avanzar hacia las montañas por el río, sin oposición por parte de los germanos.
Los germanos veían estas tormentas como terribles y, como interpretaban su anterior derrota como castigo divino, desistieron de resistir.
Los marcomanos ante el fracaso de su ataque y las terribles consecuencias de la ocupación imperial optaron por el sometimiento y acordaron la paz, cuyas condiciones, impuestas por Marco Aurelio, fueron durísimas, teniendo que entregar gran parte de su ganado, caballos y 13 000 prisioneros enviados a Italia por el César para repoblarla.
Según cuentan, después de tan feliz suceso, el Emperador en recompensa por la victoria mandó dejar de perseguir a los cristianos de las tierras baezanas como se venía haciendo en la época, dando títulos de honor a Baeza, de noble y a la Legión Duodécima.
En agradecimiento a tal victoria la cohorte levantó una estatua al Emperador.