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    «Había CADÁVERES por toda la Abadía» [Alcalá la Real]

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    La llaman la “Abadía de los muertos” en Alcalá la Real (Jaén), por ser el sitio de la Península Ibérica con mayor número de cadáveres por metro cuadrado.

    Además tiene una particularidad que la hace todavía más lóbrega: NO todos y cada uno de los fallecidos encontrados en ella estaban sepultados. 

    MUCHOS HAN APARECIDO EN ALJIBES DE AGUA, EN EL INTERIOR DE VASIJAS Y EN LAS CAVIDADES DE RELLENO DE LOS PILARES Y DE LAS PAREDES.

    La iglesia abacial de Santa María la Mayor se encuentra situada en la fortaleza de la Mota, en Alcalá la Real (Jaén).Según las crónicas, en 1341 el rey Alfonso XI ordenó erigir un templo de estilo gótico sobre los restos de la mezquita mayor que allá se emplazaba.

    Esta enigmática iglesia sostuvo su función religiosa hasta mil quinientos treinta. En ese año empezó la construcción de la iglesia mayor abacial, que se extendió hasta mil seiscientos veintisiete.

    Su estructura mezcla motivos árabes, platerescos y renacentistas. Pero lo que llama la atención del visitante son los elementos siniestros encontrado en ella.Y es que entre los muros de este templo han aparecido tal cantidad de cadáveres y restos humanos que exceden lo que frecuentemente cabría esperar en un sitio de estas características.

    Pero eso no es todo… Muchos de estos restos han sido localizados en lugares absolutamente inesperados y en situaciones ridículas y forzadas.

    LOS HALLAZGOS SON TAN MACABROS QUE HAN PROVOCADO QUE MUCHOS EMPIECEN A DENOMINAR A ESTE LUGAR “LA ABADÍA DE LA MUERTE”.

    Cuando en la década de 1980 comenzaron la restauración del circuito de La Mota nadie sospechaba que la abadía fuera a deparar tantas sorpresas. Esta iglesia debió soportar un sinfín de desastres, tales como un incendio durante la Guerra de la Independencia y un terremoto en 1874.

    Y en los últimos años del siglo XIX una parte de su estructura fue usada como cementerio municipal. Imaginemos su estado cuando se empezó su restauración.Pero lo que absolutamente nadie podía imaginar es que tras ese panorama desolador se escondía un secreto tan terrorífico.

    En la restauración de la iglesia los equipos arqueológicos, supervisados por el arqueólogo jefe Carlos Borrás i Querol, se llevaron la primera sorpresa.Cuando procedieron a las tareas de desescombro descubrieron, esparcidos por toda la base del templo, decenas de restos humanos.

    Posteriormente, cuando iban a adecuar la parte superior, entre los restos de la techumbre y de las vigas hallaron despojos humanos ulados.

    Pero… ¿por qué razón había muertos en los techos?

    En un circuito sagrado es normal encontrar cadáveres de personajes ilustres y poderosos de la historia de La Mota, pero absolutamente nadie creyó que allí abajo descubrirían un genuino camposanto de magnitudes desproporcionadas.

    No tardarían en revisar que toda la base del templo era una verdadera “colmena” de tumbas en la que se apiñaban millares de cuerpos.

    ALGUNAS FOSAS, MODIFICADAS HASTA EL LÍMITE, CONTENÍAN MÁS DE UNA VEINTENA DE CADÁVERES Y DESPOJOS DIVERSOS.

    En la mentalidad de los siglos XVI, XVII y XVIII “todo el mundo quería ser sepultado cerca del altar”, y se pagaba lo que hiciera falta para conseguirlo. Si no pertenecías a una familia poderosa o bien a un gremio señalado, te quedabas fuera”, explica Carlos Borrás.

    Pero ¿qué sucede si el fallecido no era de una familia pudiente? Estaba condenado a una fosa común, por norma general fuera del emplazamiento amurallado. Y aquello no era bueno para el ánima del difunto.Por este motivo se extendió la creencia de que, aunque no fuese posible estar cerca del altar, mientras se yaciese en el terreno sagrado no importaba el lugar.

    Con el permiso de ciertos miembros de la abadía (y conforme el dinero que se tuviera), los menos favorecidos también pujaban por la salvación de sus almas.

    Todas las tumbas han sido remodeladas, rectificadas, reexcavadas, vaciadas y vueltas a completar múltiples veces. 

    A los cadáveres que había originariamente se les sumaron otros hasta el momento en que su número fue tan elevado que o bien se hacían túmulos nuevos o bien se aprovechaban otros espacios en los que albergar, a modo de fosa común, aquéllos que ya solo eran huesos y que, en consecuencia, ocupaban menos volumen.Todo ello explica por qué había restos humano hasta en los techos.

    En función del dinero que se pagaba se enterraba al difunto en el suelo o en el techo para que la cantidad pagada no supusiese un inconveniente en el momento de “gozar de la presencia divina”.

    Normalmente, los cadáveres de los pobres eran sepultados en fosas situadas fuera de La Mota, pero “por las noches los desenterraban y los volvían a enterrar debajo de las tejas, o entre las vigas (asegura el arqueólogo jefe de la excavación).H

    EMOS ENCONTRADO CUERPOS EN POSICIONES GROTESCAS, PORQUE SE HACÍA DE NOCHE Y DEPRISA.

    Con tal de estar en lugar sagrado era suficiente. Se han descubierto personas con las piernas colgando, las bocas abiertas y algunas, desmembradas.

    Todo en el interior de la abadía era susceptible de ser utilizado como lugar para albergar a los difuntos: aljibes de agua, silos de grano, vasijas de grandes proporciones, cavidades de relleno de los pilares y de las paredes… 

    Curiosamente, esta práctica ha supuesto un auténtico problema en el momento de datar no sólo las tumbas sino más bien asimismo los propios cuerposSegún Carlos Borrás, “pese a que este suelo es un sitio sagrado que se ha vuelto a utilizar por lo menos desde el siglo III a.C.”, es imposible saber a ciencia cierta si los restos hallados son islámicos, cristianos, de la Edad de Bronce, de la temporada romana o la visigótica.

    Lo único evidente es que sus muros han dado cobijo a millares de cadáveres de personas cuyo máximo deseo era yacer en terreno sagrado.En la actualidad Santa María la Mayor prosigue en proceso de restauración. Seguro que todavía nos deparará muchas má

    DE ESTE MODO, LA IGLESIA MAYOR ABACIAL SE CONVIRTIÓ EN UN ESPACIO EN EL QUE LA MUERTE Y EL NEGOCIO IBAN DE LA MANO.

    Fortaleza de La Mota, Alcalá La Real, Jaén

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